Compré mi primer Camilleri sin saber qué compraba exactamente. Y fue bueno. Empezar a leer a Camilleri sin saber nada de él ni de su personaje me permitió no tener expectativas, ni buenas ni malas, y por eso me enamoré de sus libros y sus historias, porque por un tiempo, poquito, creí que era una lectora muy lista. Cuando descubres un escritor nuevo genial te sientes un lector listo, más listo que los demás. Luego te das cuenta de que sois legión, y tu ego se resiente, pero, a cambio, te sientes como parte de algo más grande.
Ahora me apetece leer historias en las que ganen los buenos y en las historias de Camilleri, aunque no siempre ganen los buenos, sí hay cierta justicia social. Y si no hay mucha, siempre te queda que existe gente como Montalbano, aunque solo sea en los libros. Cuando sientas que pierdes la esperanza en el mundo, lee a Camilleri. Yo me he ido al principio con «La forma del agua».
Y «La forma del agua» nos cuenta como lo que pasa en el mundo se nos explica como les da la gana a algunos. La realidad es como el agua, que no tiene forma, hasta que la metes en alguna cosa. La realidad se constriñe con ideologías, prejuicios, ambiciones, estrategias… Y los hay que solo ven el recipiente y los hay que quieren ver el agua. Montalbano es de éstos últimos.
Dos ingenieros que se ganan la vida de barrenderos porque la mafia que controla las basuras en Sicilia se ha apiadado de ellos, encuentran un político muerto en el Aprisco, que es el lugar donde trabajan las prostitutas de Vigàta y se trapichea.
El político ha muerto de causas naturales, pero Montalbano no se va a quedar tranquilo. No le cuadra ni donde lo han encontrado, ni como lo han encontrado, ni lo que hacen después tanto los amigos como los enemigos del muerto. Tampoco le cuadra a la viuda que lo llama después de asegurarse de que es un policia honrado. Es en el diálogo entre Montalbano y la viuda que el autor explica el título del libro y también lo que nos quiere decir con la historia que cuenta.
«La forma del agua» es la primera entrega de la serie así que empezamos a conocer a los personajes. Sabemos que existe Lívia pero no como se han conocido. Sabemos que existe Adelina, y por qué trabaja en casa de Montalbano pero solo le prepara un par de platos en toda la novela. Conocemos a Fazzio y a Galluzzo pero todavía no está Catarella. Conocemos a Gegè, su amigo de la escuela, que ahora controla el tráfico de drogas en el Aprisco pero siguen siendo amigos. Conocemos a Zito, el periodista de ReteLibera, con quien comparte una manera de ver el mundo…
Pero sobretodo conocemos a Montalbano. Alguien que se empeña en seguir investigando a pesar de todo, compasivo con los débiles, realista ante el poder y la corrupción, honrado y honesto. Vive donde vive y es consciente de como funcionan las cosas. Y si hace falta se aprovecha de la facilidad para corromper y ser corrompido.
En el mismo Aprisco, uno de los basureros, a parte del muerto, encuentra un collar muy valioso que pretende empeñar para poder pagar el tratamiento para su hijo enfermo. El abogado Rizzi, que trabajaba para el político muerto, y ahora va a trabajar para su adversario, va a verle para contarle que el collar es de la nuera del adversario y que lo quiere recuperar. Y durante unas líneas, quien no haya leído nunca antes a Camilleri, pensará que Montalbano es un poco corrupto porque le pide un cheque para compensar…
Aunque no hay ningún culpable de la muerte del político, sí hay muchos culpables de muchas cosas, y el problema es precisamente que ninguna de esas cosas puede ser demostrada y algunas de ellas ni delito son.
Hay un punto de cabreo existencial en los libros de Camilleri, porque las cosas son como son y a veces no se pueden arreglar del todo. Pero Camilleri nos muestra como se pueden utilizar algunas grietas del sistema para hacer pequeñas cosas distinto.
La teoría de las grietas es de un profesor de comunicación política que tuve en la universidad. Nos explicaba, a nosotros pobres estudiantes de periodismo idealistas, que, en realidad, si encontrábamos un trabajo en un medio, que no lo íbamos a encontrar, muchas veces íbamos a tener que escribir cosas que iban a ir en contra de nuestras ideas, de nuestros principios, para no tener problemas con el editor que en realidad se debía a los dueños del medio, que tenían unas ideas, que eran distintas a las nuestras, seguro. Mi profesor nos contaba como en ese estructura de poder, como en todas las otras estructuras de poder, había pequeñas grietas por donde meter nuestras ideas: desde el adjetivo que elegíamos usar, a los temas que elegíamos, a la cita que poníamos, o las personas que elegíamos entrevistar. Mi profesor nos decía que no siempre estamos en disposición de hacer una revolución, pero siempre podemos y debemos usar las grietas para joder, aunque solo fuera un poquito, al sistema.
En Sicilia, un policia no está en disposición de hacer la revolución, pero Montalbano usa esas grietas siempre que puede porque cree que es su deber joder, aunque sea solo un poquito, al sistema.
Por eso, y porque Camilleri tiene mucho sentido del humor y sonries mientras lees, es un imprescincible.
Lo tengo pendiente, a ver cuando consigo saldar mi deuda. Empecé a leerlo en italiano pero tiene demasiados giros locales para mí y tuve que dejarlo. Creo que por eso no he vuelto a él. La próxima vez me pasaré al castellano
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