Esto no es exactamente una reseña porque lo importante de leer a Himes, y hay que leerle, no es la trama ni los personajes ni el estilo, que también, lo importante de leer a Himes es que te muestra una realidad que solo te puede mostrar él. Si lees para conocer el mundo, debes leer a Chester Himes porque te muestra una parte del mundo difícil de leer en otros libros. (Si queréis leer una reseña de verdad, leed la de Aramys).
He tenido la suerte de viajar y de vivir en lugares distintos del que yo nací. La primera vez que salí de casa sola tenía 12 años y fui a Inglaterra un mes. Estaba rodeada de niños y niñas pijos, de los que vivían en Sarrià y Pedralbes y ese tipo de sitios, y fueron crueles y bordes, y creo que ahí fue que me hice comunista.
También viví en un barrio de negros en Estados Unidos. Bueno, eran negros y judíos, pero los judíos eran pocos, y casi no se notaban. El primer día de clase, cuando entré al enorme hall del instituto, lo primero que pensé fue «coño, como en las películas», lo segundo fue «a ver si voy a ser racista…» porque eran todos negros y yo nunca había visto tantos juntos ni hablado con ninguno, nunca. Inocente de mí creía que lo del racismo te sobrevenía sin que tu pudieras hacer nada.
Por suerte, no era racista ni lo he sido nunca. No tardé mucho en dejar de ver el color de la piel de mis compañeros y empezar a ponerles nombre y historias. Habia un chico en mi clase de filosofía que era como un osito de peluche: grande, rollizo, tierno y siempre con una sonrisa dulce en los labios. Era el rompehuesos del equipo de futbol americano del instituto. Se ve que se ponía en el campo y paraba a quien fuera para que el tipo que corría con la pelota hiciera el touch down. Se llamaba Bobby y fue el primer chico de la clase que intentó hacerse amigo mío. En la clase de arte estaba la chica más popular del instituto, una chica negra que igual pesaba 150 kilos y andaba por los pasillos como una reina, la gente se apartaba a su paso, no he visto cosa más elegante y poderosa en mi vida. Intenté hacerme amiga suya pero no funcionó porque yo no era nadie y ella era Dios. En mi clase de historia estaba Keita. En realidad se llamaba Billy, pero se había africanizado el nombre y fue el que apretó al profe para que dejara de hablar «de la historia de los blancos» y hablara más de la historia de su «pueblo», los africanos.
Pues eso, que yo de pequeña aprendí que la gente es gente. Que hay cosas que nos hacen distintos, por suerte, y muchas más que nos hacen parecidos, también por suerte. También aprendí que las historias, las de verdad y también las inventadas, son las historias de los blancos (de hombres blancos), las otras historias son difíciles de conocer, una se tiene que esforzar para llegar a ellas. Yo debería haberme esforzado más para leer a Chester Himes antes.
Porque Chester Himes es un clásico y cuentas historias que no conocemos. Himes cuenta otro lado del mundo. Ese lado del mundo que no vemos o no queremos ver. Lo de Himes es novela negra negra. Es dos veces negra porque los protagonistas son negros y porque sus historias suceden en Harlem.
Todos tenemos una idea en la cabeza sobre lo que debe suponer ser negro en Estados Unidos pero nadie puede comprender la magnitud de la cosa. Leer a Chester Himes hablando del Nueva York de mediados del siglo XX nos ayuda a comprender porqué pasa lo que pasa en Estados Unidos cuando unos policias matan a un hombre negro en la calle, ahora.
Las historias de Himes son duras y sucias. Un tipo negro, salido de Alabama, conduce un Cadillac dorado que acaba de comprar. Atropella a una vieja y unos polis lo paran. Esos polis se llevan el coche. Otro tipo negro se dedica a robar ruedas. Encuentran a otro tipo muerto enfrente de un bar de gays. Y mientras todo eso pasa, Grave Digger Jones y Coffin Ed Johnson están comiendo un estofado de patas de pollo en un cuchitril clandestino.
En esta novela hay buscavidas, políticos, policías blancos y policías negros (y la distinción es importante porque los unos tienen un jefe y los otros, en realidad, otro), está el conseguidor de votos, están los gays y transexuales, están las adivinas, los ricos blancos y los ricos negros… Esta es una novela negra de las clásicas, un hardboiled de los de toda la vida, solo que con ramalazos distintos. Aquí, Himes, hace que sus dos protagonistas negros mezclen a Gorki con la idea de que los negros ricos acaban viviendo en los lugares que los blancos ricos abandonan. Y parece que no, pero esa mezcla, así contada, explica la realidad de ahora. Por eso, Himes es un clásico.
Grave Digger significa cavador de tumbas y Coffin significa ataúd. Los nombres les van bien porque parece que no tengan ningún tipo de reparo en pegar, amenazar, disparar… No parecen tener conciencia alguna hasta el último párrafo del libro. Son dos tipos de vuelta de todo, porque son negros, polis y de Nueva York. Tienen lealtades y principios un poco peculiares pero son justos. A su manera.
La trama es complicada. Hay mucha gente haciendo cosas distintas y durante mucho rato no parece que no haya ninguna conexión entre las cosas que pasan, hasta que la ves. A veces cuesta seguir lo que está pasando pero cuando llegas al final te das cuenta que no se podia contar el Harlem de esa época de otra manera. Harlem ahora es distinto, pero la vida en los barrios negros sigue siendo más complicada que en los barrios blancos. Mirad la primera temporada de The Wire y lo comprendereis.
Como dije más arriba, la Historia y las historias han sido escritas mayoritariamente por hombres blancos. Si leo para comprender el mundo, voy a tener que leer también libros escritos por gente que no sean hombres o que no sean blancos.