Veréis por la distancia entre la última reseña de libro y esta que tengo un problema: sequía lectora. Esto para una persona normal no es un problema. Las personas normales, las que no leen, viven en una sequía lectora permanente. Para los lectores, no poder leer es un drama. A mí me pasa que cojo un libro y no entra. Leo y me doy cuenta de que no sé lo que leo. Haga lo que haga no entro en el libro. En las épocas de sequía lectora una solo puede ir saltando de libro en libro hasta que encuentra uno que, por lo que sea, le deja entrar. Para esos casos, un Camilleri es lo mejor, siempre entras, estés como estés y te pase lo que te pase.
El último de Andrea Camilleri, Un filo de luz, no es el mejor que le he leído, pero igual pasó en un par de tardes. Y esto ahora mismo es un milagro. Montalbano está que no está. Está raro. Tiene sueños raros y hace cosas raras. Se siente viejo y se siente mal por sentirse viejo. Se da cuenta de todo lo que pudo hacer y no hizo.
Tenemos a Salvo entre dos mujeres. Tenemos un robo que deviene violación que deviene otra cosa. Tenemos dos jornaleros tunecinos que no deberían ser jornaleros y acaban no siéndolo. Tenemos marchantes de arte y traficantes de arte y la linea entre unos y otros es delgada, delgada.
Pero en este caso, lo más importante es lo que le pasa a Montalbano con las mujeres. Con Livia y con Marian. Y Marian ha sido un problema para mí. A Marian no me la creo. Camilleri me planta delante lo que supongo pretende que sea una mujer fatal, pero Marian no es una mujer fatal. Marian no hace sufrir a Montalbano, no le manipula, no le retuerce el cerebro, no se aprovecha de él. Solo se le tira encima y ya está. Lo que Marian hace es poner a Montalbano frente al espejo de su conciencia. O lo que pasa es que Montalban ya estaba frente al espejo de su conciencia y como no le gusta lo que ve sale pitando a tirarse a los brazos de Marian para tener una excusa.
Porque, desengañémonos, la relación de Montalbano con Livia, llegados a este punto, tienen muy poco sentido. Y tiene poco sentido porque Montalbano es tonto. Así con cariño lo digo, pero es tonto. Tonto y todo hasta él se da cuenta que no puede seguir así con Livia. Ha dejado pasar demasiadas oportunidades, la ha cagado demasiado. Y ahora Livia también está rara y Montalbano está entre que la deja y que no la deja y que a ver qué hace. Hasta el final.
Y sí, este no es el mejor Camilleri que he leído, pero aún no siendo el mejor ha sido como una tarde de lluvia en verano. Refresca. No soluciona la sequía, mí sequía lectora, pero me ha permitido sobrevivir. Lo no tan bueno de Camilleri es mucho mejor que lo mejor de muchos.
Bones Maite!
També he passat per sequeres, si que desespera una mica. Faig com tu: busco una aposta segura. A vegades funciona, a vegades no (però sovint sí).
De Montalbano vaig llegir el primer i ho vaig deixar aquí. No és que no m’agradés, al contrari. Però un cop he vist el que em puc trobar, he deixat la resta pendent per un moment que em vingui bé, com per exemple un d’aquests de sequera. Va bé tenir-ne uns quants a mà!
I tant que van bé!