«Morituri» de Yasmina Khadra

Morituri de Yasmina KhadraComo a tantos otros, descubrí a Yasmina Khadra en la Negra y Criminal. Llegué y le conté a Paco que me iba a Túnez de vacaciones y que quería una novela negra tunecina, me dijo que no tenía pero quedebería leer a Khadra, que era argelino. Porque en la Negra y Criminal tu puedes pedir novelas escritas por hombres, por mujeres, con protagonistas femeninas, con tramas políticas, gamberras, con lo que sea y van y te lo dan o te dan algo alternativo que será mejor que lo que tu has pedido.

 

Llegué a Tunez y un amigo de mi padre me había conseguido un taxista guía para llevarme de aquí para allá. El taxista guía era musulmán practicante así que organizó la ruta de manera que le permitiera ir a rezar todas las veces que tenía que rezar que son 5 al día. A tal hora tocaba un museo en concreto porque al lado había una mezquita, el taxista me dejaba en el museo y él se iba a la mezquita y nos econtrábamos a la salida. Él rezado y yo culturizada. Teníamos un problema al atardecer porque, no sé como, siempre nos pillaba en un atasco y no llegábamos a la mezquita. Así que el taxista se paraba en el arcén de donde fuera, sacaba su esterilla, la ponía mirando a la Meca y rezaba. Yo me quedaba en el taxi, sacaba mi libro de Khadra y leía.

Aprendí muchas cosas del taxista. Y las aprendí porque Khadra ya me había abierto la mente para poder aprenderlas. Porque tu lees a Yasmina Khadra y entiendes que tienes la cabeza llena de ideas preconcebidas sobre los países árabes y musulmanes (que no son lo mismo). Y a partir de ahí dejas de interpretar lo que ves en función de lo que tienes en la cabeza y estás preparado para cuestionar, preguntar y sorprenderte.

Morituri cuenta la vida en Argelia durante el conflicto de finales de los 80. No se sabe en qué año exactamente pero da igual. Y en realidad da igual si eran islamistas o no lo eran. Para el comisario Llob son los malos y punto. Y son unos malos que lo tienen amenazado de muerte porque es policía.

La historia está narrada en primera persona por el comisario. Y el comisario es un tipo amargado y cansado pero que sigue peleando a muerte por el país que fue y el que podría ser. Pelea a muerte por una justicia que no tiene nada que ver con las leyes y lo hace con un sentido del humor negro, imprescindible para sobrevivir. A veces, también le dan ataques de depresión y entonces se pone de lo más sombrío.

La cosa empieza porque ha desaparecido la sobrina de un gerifalte y le encargan a Llob que investigue de forma discreta para que no salpique al hombre importante. Llob pasa de todo y ni discreto ni nada. Pero es que además, llega un punto en que ya da igual encontrar a la chica o no, se despliega ante el lector un abanico de podredumbre y miedo que lo tapa todo, que llega a todas las esferas de un Estado, de un país, en descontrol total.

Y hay asesinatos y bombas y torturas y emigración. El hijo mayor de Llob se va porque ya no puede más. Es un hombre joven y se va no porque no pueda sobrevivir, que puede, si no porque no puede vivir. Un hombre joven que no puede hacer planes ni tener sueños no vive. La escena del adiós, con la resignación y la tristeza del comisario expresada en no más de dos lineas que te duelen en el corazaón, es de lectura obligatoria para comprender quién y porqué emigra. En Argelia y en todas partes.

Y luego están los poderosos que da igual que sean barbudos o que vayan encorbatados. Los poderosos son los poderosos y están ahí para ser cada día más poderosos y harán lo que sea para conseguirlo. Porque el mundo es mundo y la gente, gente. Y somos más parecidos de lo que creemos. Los de abajo, los que no tenemos poder y el poder es la capacidad de cambiar las cosas, sufrimos a los de arriba. Los de arriba, los que sí tienen poder, nos usan de peones para sus fines y si nos tienen que sacrificar pues nos sacrifican y ya. En Argelia y en todas partes.

Y esa sensación que tenemos los de abajo de que no tenemos poder para cambiar las cosas es la que nos han transmitido los poderosos a través de sus medios (los de comunicación y todos los demás, que son muchos). Y llega un momento en que uno se cansa de no tener el control sobre su propia vida y sobre lo que pasa a su alrededor. Y Llob se cansa. Como se han cansado tantos otros antes que él y como se cansaran tantos otros después de él. En Argelia y en todas partes, también.

Después de leer libros de perdedores que pierden, leer un libro de perdedores que ganan (a la manera perdedora, pero ganan) te reconforta el alma. Hay un momento en que uno tiene que decir basta, con lo que tenga a mano, pero basta.

 

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