Hace 6 o 7 años, no sé exactamente cómo, encontré por internet la librería Negra y Criminal. No soy muy de comprar por internet y menos de comprar libros por internet, necesito ver y tocar los libros antes, necesito leer la primera página… Así que salí de casa y fui andando hasta la Barceloneta. Encontré la calle pero no vi la librería, aunque después supe que había pasado por delante. No sé qué me esperaba pero no vi que esa puerta verde de madera era la puerta de una librería.
Llegué hasta la plaza y entré en otra librería a preguntar. Entré con un poco de vergüenza porque pensé que igual se molestaban pero no se molestaron, más bien todo lo contrario. No sé si ese día la librera de la otra librería tenía un día bueno o si realmente estaba contenta de ayudarme a encontrar la Negra y Criminal. La cuestión es que pensé que si alguien estaba contento de hacerme llegar hasta la competencia es que la competencia tenía que ser algo especial.
Y lo fue, lo es. El día que entré por primera vez en la Negra y Criminal supe que había encontrado mi lugar en el mundo. Estaba Paco, que se levantó de detrás de su mesa para saludarme. No recuerdo qué dijo ni nada, pero sí recuerdo que la sensación se parecía más a un regreso que a una llegada. Ahora es difícil de explicar por qué. Después, ya siempre he vuelto a la Negra y solo una vez llegué.
Ese día compré mi primer Camilleri y me apunté a uno de los clubes de lectura de la librería. El resto ya es historia.
En esa librería yo he sido feliz. Feliz de feliz. En la Negra y Criminal te vendían libros, sí, pero no solo eso. De repente, solo por ir, ya eras uno de ellos. Te trataban, todos, los libreros y el resto de gente que pasaba por ahí, como si formaras parte de un club, no, de más que un club. Ahí hablábamos de libros, pero también del mundo y de política y de comida y de bebidas de alta graduación alcohólica. Hablamos de viajes, y de mujeres y hombres y viceversa. Criticábamos a los escritores y a las editoriales y a los periodistas y a todo dios. Nos emocionábamos con cada nuevo autor que descubríamos, nos peleábamos por si ese autor era mejor que el otro. Podíamos estar hablando horas de un personaje, de un final o de lo que fuera. Hablábamos de series y de pelis.
¡De Paco y de Montse he aprendido tantas cosas! He aprendido sobre libros, sí, pero sobre todo he aprendido cosas importantes de la vida. He aprendido que da igual que seas un escritor, un gerifalte de una editorial, un periodista o lo que sea. Montse y Paco tratan con el mismo cariño a todo el mundo. Da igual que seas una señora que solo compra Agatha Christie que un señor que compra libros a peso. Tu llegas ahí y te sientes bienvenido. Están genuinamente contentos de verte. Y porque ellos son así, el resto de humanos que estamos ahí somos también un poco así. Había un contagio de amabilidad y simpatía y respeto que yo he visto en muy pocos otros lugares.
Ahí he conocido a escritores, sí, pero sobre todo he conocido a gente que lee. Los que estamos ahí leemos novela negra, sí, pero no solo novela negra. La gente que he conocido ahí son gente curiosa, que lee de todo y mucho. Son gente que sabe cosas, que cuestiona cosas, que explora la vida. Mis amigos frikis de los libros han salido de ahí. Dos de las personas que más quiero han salido de ahí. Empezamos hablando de libros y hemos acabado compartiendo mucho más.
A mí, la Negra y Criminal me ha dado un lugar al que ir cuando necesito sentirme en casa fuera de casa y me ha dado dos grandes amigos. No sé qué voy a hacer sin la Negra y Criminal. En serio.