He descubierto muchos autores a través de urgencias lectoras en aeropuertos y estaciones de tren. Unas veces porque no me habia acordado que leo rápido, otras porque los aviones y los trenes tienen una cierta tendencia a ir con retraso. Así que ahi que voy a las tiendas en las que hay comida para el cuerpo y para la mente, o sea, snacks y libros y revistas. Descubrí a Anne Perry en Brusselas después de un vuelo en el que agarré al desconocido que tenía al lado porque había ráfagas de viento lateral de 90 km/h durante el aterrizaje. El avión se inclinaba de un lado a otro y las alas se acercaban peligrosamente al suelo, tanto que creí que me moría, pero morirme de morirme. El pobre hombre al otro lado del pasillo también creyó morirse así que nos dimos la mano, nos sonreímos con tristeza y nos dispusimos a morir menos solos.
No me morí pero perdí el vuelo que me tenía que llevar a Barcelona así que tuve tiempo de meterme un par de whiskies en el cuerpo para superar el susto mortal y comprarme un libro que me ayudara a salir del mundo éste en el que uno puede morirse en un avión. Nada mejor que un misterio que sucede en un siglo que no es el tuyo.