Esto del amor está sobrevalorado. Hay amores que te revuelven no solo el estómago sino el alma entera, hasta que tu parte oscura, que la tienes, escondida por ahí, sale a la luz y ya no hay manera humana de volverla a encerrar en donde fuera que la tenías escondida. Y eso no es lo peor, porque el amor, que ya te ha revuelto el alma, también te nubla la mente. Así que tienes tu parte oscura revoloteando por ahí y encima no piensas bien. «No llames a casa» es la historia de un amor de esos que saca partes oscuras a pasear y nubla la mente, pero de nubes negras, negras, de tormenta de esas que se acaba el mundo, como mínimo.
Carlos Zanón ha escrito dos historias de amor y una de supervivencia. Porque lo que hacen Bruno, Raquel y Cristian es sobrevivir, lo que hay entre Bruno y Raquel es amor, y lo que hay entre Max y Merche también es amor. El uno parece un amor de esos chungos pero no lo es y el otro parece un amor de esos convencionales pero no lo es. Y lo que era sobrevivir solo lo puede ser parcialmente.
Éste es el segundo libro de Zanón que leo. Creía que había empezado por el primero cuando leí «Tarde, mal y nunca» pero no, hay otro, «Nadie ama a un hombre bueno», que viene antes y no he leído, todavía. Pero lo que me queda claro es que o bien Zanón es un romántico empedernido o bien es un cínico del copón. Claro que, bien pensado, puede ser ambas cosas a la vez. Porque en las historias de Zanón el amor es el principio de todo y ese todo acaba en desastre, siempre.
Mientras tanto, entre el principio y el desastre, Zanón te muestra un lugar y un momento, unas circunstancias y unas gentes, que viven como pueden. Pero ese vivir como pueden es precisamente lo que acaba haciendo que te metas dentro del libro y que sientas. Normalmente, un libro genera imágenes en la cabeza del lector, pero yo creo que hay un nivel superior que es cuando, además de ver en tu cabeza lo que el escritor dice en el libro que ocurre, también lo sientes. Como si tu estuvieras ahí, como si fueras todos y cada uno de los personajes. Zanón consigue eso y leer sus libros es agotador. Bastante cansa lo de sentir lo que uno siente normalmente como para ponerse a sentir lo que sienten los personajes de un libro… Pero no puedes evitarlo. Y ahí estás, horas y horas metido en la cabeza y el corazón de la gente que habita el libro.
Y la gente que habita el libro son Bruno, que no sabemos de dónde viene. Solo sabemos que quiere a Raquel, que vive en la calle, que juega a cartas y que es un tipo listo, de los de haber vivido mucho y mal. Raquel es una mujer que lo tuvo todo y lo perdió, y luego encontró otro todo distinto. Cristian es el hijo de la mujer con la que se fue a vivir el padre de Raquel cuando les abandonó y aunque casi funcionan como si fueran hermanos, no lo son. Luego están Max y Merche, que se quieren. Max es un tipo que se acerca peligrosamente a los cincuenta y que se lió con su compañera de trabajo, Merche. Max se divorció porque su mujer le pilló y ahora vive en un piso demasiado pequeño en una vida demasiado pequeña. Merche no se ha divorciado porque su marido no la ha pillado y porque no sabe lo que quiere. Luego están Mireia, los Juanes chinos, Pep y los cubanos… Y otros elementos que construyen ese pequeño mundo, que parece paralelo al nuestro y no lo es, que Zanón crea para sus libros. Porque en el libro de Zanón también ocurre que familias que fueron de clase media van a los comedores sociales y la duquesa de Alba se casa, por amor. Una novela negra, en toda regla.
Pero a Zanón no se le tiene que leer por sus historias, que también, sino por como usa las palabras, por su prosa llena de poesía gamberra, sucia, fatalista. Se le tiene que leer porque cuando te dice que alguien siente algo concreto, que además no es nunca concreto sino una mezcla rara de muchas cosas contradictorias, tu vas y te lo crees, tanto que lo sientes, sin saber que eso se podía sentir. Lo tienes que leer porque llega un punto en que ya te da lo mismo que pase esto que lo otro, que solo quieres estar ahí.
Pero la historia se acaba y tu quedas como un poco solo y muy triste, con un punto de cabreo, y un montón de cosas más y no sabes muy bien qué hacer con todo eso. No leáis «No llames a casa» cuando estéis de vacaciones o sí, pero justo antes de volver a trabajar. Intentad no tener tiempo vacío después de leer el libro porque como os dé por pensar os daréis a la bebida o algo peor. Se puede leer a pedazos pero yo creo que gana si se lee a pedazos largos para que lo de la prosa poética y gamberra y el sentir y todo eso haga su efecto.
ACTUALIZACIÓN:
Carlos Zanón ha ganado el Premio Valencia Negra por «No llames a casa» (27 de mayo de 2013). Aquí os dejo un video promocional del libro en el que el autor habla y lee:
Hermoso análisis. Me ha gustado mucho. Aunque no creo que lo lea (el libro), al menos ahora. No estoy para poesías fatalistas en este momento. De todos modos, me quedo con que a Zanón merece la pena leerlo. Y si tiene que llegar, llegará. (Toma fatalismo). Snif.
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